Industrialización del petróleo
Ifigenia Martínez
8 de diciembre de 2007
Hasta 1938 el petróleo del país estuvo en manos de compañías extranjeras. La producción de alrededor de 130 mil barriles diarios se destinaba casi toda al mercado mundial y menos de 10% al consumo nacional, lo cual revelaba el atraso industrial del país. La expropiación realizada por el presidente Lázaro Cárdenas puso el petróleo al servicio de la nación, siguiendo un proyecto propio de desarrollo que incluía a la agricultura y también a la industria. Hasta 1976, Pemex, como empresa paraestatal, había elevado la producción de crudo a cerca de 900 mil barriles diarios, de los cuales exportaba 13%, mientras el resto, 783 mil barriles, se industrializaba en el país con refinerías propias y un fuerte impulso a la petroquímica.
En 1977 México se incorporó al mercado mundial como fuerte exportador de crudo. Gracias a sus cuerpos técnicos y a su planta laboral alcanzó una plataforma de exportación de un millón y medio de barriles diarios que, con un consumo interno del mismo volumen, llegó a los 3 millones de barriles diarios que, con ligeras variantes, mantiene hasta la fecha.
En 1992 Carlos Salinas, al servicio del proyecto neoliberal de reducir al Estado y privilegiar al mercado, aseguró el disfrute de la gigantesca renta petrolera fraccionando a Pemex en cuatro organismos subsidiarios: I) Exploración y Producción, II) Refinación, III) Gas y Petroquímica Básica, IV) Petroquímica. Se abandonó el esfuerzo industrializador y la satisfacción de las necesidades de refinados y petroquímicos del mercado interno, privilegiando la producción y exportación de petróleo crudo.
A Miguel de la Madrid le tocó cargar con el peso de una deuda pública externa alimentada por el alza sin precedente de las tasas de interés del mercado internacional. Y en lugar de responder con firmeza que se había erosionado seriamente la capacidad de pago externo y que la primera responsabilidad del gobierno era financiar el desarrollo del país, el gobierno dobló las manos y pagó el servicio de la deuda de acuerdo con las exigencias de los poderosos acreedores.
Los sucesivos gobiernos neoliberales cambiaron los objetivos de la política económica retrayendo al Estado, confiando en la inversión privada y en una globalización que desmanteló las instituciones de fomento. La apertura de la economía, sin proyecto nacional de desarrollo y sin instituciones adecuadas, ha resultado en una aparatosa caída de la tasa de crecimiento y del empleo, en un empeoramiento de la distribución del ingreso y en un aumento de la emigración.
En ese panorama, el petróleo significó una abundante derrama de divisas a favor del fisco-gobierno que, sin proyecto nacional ni reforma tributaria, favoreció la exportación de petróleo crudo y suspendió su industrialización, convirtiendo al país en importador de gasolina, refinados y productos petroquímicos cuando se pudieron haber producido internamente.
El alegato de insuficiencia de recursos fiscales se desploma ante la evidencia del despilfarro del gasto presupuestal en beneficio de los funcionarios públicos de alto nivel y ante el hecho de que los ingresos de Pemex, que exceden con mucho a sus gastos de operación, provienen no sólo de la exportación, sino también de sus ventas internas. O sea: los mexicanos todos estamos involuntariamente financiando el despilfarro y desnacionalización de un recurso no renovable propiedad de la nación, en lugar de utilizar esos recursos para aumentar la capacidad productiva y el empleo.
En tanto se importa el 40% de las gasolinas y no se ha ampliado la capacidad de refinación, los neoliberales alegan que, aun siendo prioritaria la reconstrucción de varias refinerías y la construcción de una nueva, Pemex carece de capacidad de ejecución y que, ante el alto costo e incierto suministro de los combustibles importados, la mejor opción sería volver a invertir en una refinería en Estados Unidos. Es decir: el manejo de la paraestatal ha sido tal, que hace aparecer como antieconómica la industrialización de nuestras materias primas de alto precio en el mercado internacional y se pretende obligarnos a continuar por el camino, ya desechado en la teoría y práctica del desarrollo, de permanecer en la periferia como exportadores de materias primas e importadores de productos industrializados.
Rechazamos ese enfoque y nos pronunciamos a favor de la reintegración de Pemex en una sola empresa, lo cual sustituirá los cálculos erróneos de la desintegración que nos mantienen en el subdesarrollo, eso sí, globalizado.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
Industrialización del Petróleo
Ifigenia Martínez da un repaso a la política neoliberal petrolera.
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