Nydia Egremy
El enorme potencial petrolero que yace en el Golfo de México ha sido objeto de negociaciones no siempre transparentes y que cedieron la mayor parte de esa zona petrolera a Estados Unidos, al ignorar una isla que definiría la frontera a favor del interés nacional.
Aunque figura en mapas de los siglos XVI, XVII, XIX y XX, un buque de la Secretaría de Marina no la localizó en 1997. Es la isla Bermeja que, en cambio, sí aparece en una guía turística estadounidense por Internet y alimentada con datos de la Agencia Central de Inteligencia, en medio de las aguas del Golfo de México.
La pesquisa sobre esta isla se asoma a las negociaciones secretas que mantuvieron México y Estados Unidos en materia de exploración y explotación del petróleo, así como a la presunta destrucción de los archivos con las actas de esas reuniones desde el Senado de la República para no rendir cuentas a la sociedad.
La importancia de la isla radica en que establece los lindes marítimos entre Estados Unidos y México en los denominados “hoyos de dona” del Golfo de México, explica el investigador Fabio Barbosa Cano, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional.
Estas zonas son dos: una frente a Tamaulipas y Texas –Polígono Occidental– y otra frente a Yucatán, Nuevo Orleáns y Cuba -Polígono Oriental–. Su potencial estimado es de 22 mil 500 millones de barriles de crudo, y al quedar entre los mares territoriales de dos o más países su aprovechamiento depende de los límites que se fijen.
Ubicar la isla Bermeja “nos permitiría arrojar la frontera de México más al norte y conquistar una mayor parte para el interés mexicano frente a Estados Unidos, que quería arrojar su frontera más al sur con base en las islas Dernier”, define Barbosa
Pactos secretos
En 1997, durante las negociaciones bilaterales sobre esos lindes, trascendió que compañías estadounidenses perforaron pozos petroleros cercanos a la frontera con México; entonces se precipitaron las denuncias y estudios, así como la búsqueda de la Bermeja.
En esos días “el único senador que en ese momento formulaba denuncias y que se quedó en la más absoluta soledad, incluso sufriendo sabotaje de sus colegas y que fue objeto de burlas, visto como un loco extravagante, fue el panista José Angel Conchello”, evoca Barbosa.
Como presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Conchello advertía de los trabajos de perforación en el Golfo por la empresa Reading and Bates Corp., lo que confirmaba su sospecha de negociaciones ocultas con respecto al petróleo en su artículo ¿Entregar el petróleo? de la revista TUXpan (1 de diciembre de 1997).
Ahí denunció: “todo parece indicar que el gobierno mexicano cedió ya el usufructo de la enorme riqueza petrolera de esa área a las trasnacionales estadounidenses... e incluso un convenio secreto para entregar el cuarto yacimiento de petróleo y gas más importante del mundo a la voracidad de la Unión Americana''.
Pese a tal imputación, al aprobarse en noviembre de 2000 el Tratado sobre la delimitación de la plataforma continental en la región occidental del Golfo de México, mas allá de las 200 millas náuticas, “el senador había muerto (4 de agosto de 1998) en un extraño accidente nunca aclarado, y su investigación petrolera había desaparecido”, subraya el investigador Fabio Barbosa.
Inicia la pesquisa
En tanto, ya se indagaba sobre la isla mexicana que delimitaría nuestra frontera septentrional. Así lo revela un documento de la Secretaría de Marina del 23 de septiembre de 1997, firmado por el contralmirante Néstor E. Yee Amador, director general de Oceanografía Naval, dirigido al subsecretario de esa institución sobre el reconocimiento efectuado por el buque oceanográfico H-04 “Onjuku”.
La inspección, realizada el 5 de septiembre a las 7:00 horas por el buque en la situación geográfica latitud 22º 33' N; longitud 091º22'W fue: “no habiéndose encontrado el supuesto islote Bermeja”, por lo que efectuó en el área un patrón de búsqueda de 322.5 millas náuticas cuadradas con un barrido hidroacústico, con resultados negativos”.
El informe describe en el último párrafo de la fracción III: “no habiendo comprobado las de mayor profundidad por limitaciones de ecosonda que rebasan su capacidad de detección”, y anexa mapeo del barrido hidroacústico.
Este reconocimiento indica para Fabio Barbosa que el equipo técnico del barco explorador no era suficiente, y aunque debió hacerse otra inspección con mejor tecnología, no hubo interés por localizar la isla de referencia. “¿Qué no hay recursos?”, dijeron.
Ante ese resultado, el 14 de noviembre de ese año, Miguel Angel González Félix, consultor jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, remitió el informe de Marina a Carlos M. Jarque, entonces presidente del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).
Le solicitaba información “para saber si al norte de Cayo Arenas, Arrecife Alacrán y las islas de Cabo Catoche, existían otros accidentes topográficos”. Una vez más, la respuesta fue escueta: no hubo resultado.
La isla no existía más. Al menos en la documentación oficial de fines del siglo XX que se encuentra en las comisiones de Relaciones Extreriores y de Energía del Senado de la República.
Barbosa Cano, autor de libros como El petróleo en los Hoyos de Dona y otras áreas desconocidas del Golfo de México, y análisis como Permanencia de cacicazgos petroleros en procesos de modernización, decidió realizar una investigación independiente desde la academia.
Acota: “este asunto de una isla desaparecida se presta a un tema de novela o a un tratamiento escandaloso, por lo que debemos ser rigurosos para no perder credibilidad”.
Rastreó mapas históricos y encontró que ya en 1570 Abraham Ortelius la situó en su carta titulada en latín, America Nova Mundo Nova descriptio. Igual otro de Antonio de Herrera titulado Description del districto del audiencia de Nueva España. Antonio García Cubas en su Carta general de la República Mexicana y en los años 30 del siglo XX de la Secretaría de Comercio exhiben a la isla.
Todos los mapas están accesibles en la Biblioteca del Instituto de Geografía de la UNAM. Aún más. El 26 de julio de 1946, la Secretaría de Educación Pública editó el libro de Manuel Muñoz Lumbier “Islas Mexicanas”, de la colección Biblioteca Enciclopedia: ahí la Bermeja está en el catálogo y en su página 110 la ubica en el 22º 33' latitud norte y en el 91º 22`del oeste.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística por su parte, posee en su Salón principal el Imperial Sheet Atlas que también exhibe a la Bermeja.
En México, el catálogo de las islas lo elabora la Secretaría de Gobernación, y la Secretaría de Marina es la encargada de vigilar el territorio marítimo y costero.
Sorprendente resulta conocer que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos también localizó a la isla Bermeja y la consigna en su Atlas, en donde aporta fotografías para alimentar el sitio web de la empresa Traveljournals.net.
¿Omisión del Senado?
Para Barbosa Cano lo sorprendente es “la irresponsabilidad, incluso la frivolidad del Senado de la República, de la totalidad de sus miembros”, por no poner énfasis en esta cuestión. “Hay un consenso de la clase política para no hacer bulla, es un asunto de seguridad nacional, es un asunto estratégico”.
Denuncia el también asesor de Petróleos Mexicanos y del Senado de la República que los participantes en las negociaciones bilaterales “ocultaron sus identidades al pueblo de México y no quisieron dar la cara”.
¿Quiénes fueron?
-Algunos de los senadores miembros de las comisiones de Energía y de Relaciones Exteriores. No sólo se ocultan sino que se destruye la información de tal manera que no quede rastro, que no quede ningún vestigio. Estos documentos (la búsqueda de Marina) son oficiales, se destruye información, que no haya archivos sobre esto, puede pasar meses en las oficinas y sólo sale con una irritación espantosa.
¿Por qué se ocultan los responsables? ¿Por qué se destruye la información?
-Porque en los países dependientes, subdesarrollados, las élites dominantes subordinadas tienen que ocultar constantemente la negociación que tienen con las metrópolis en las que sufren terribles humillaciones.
Ejemplifica el académico el escaso interés del legislativo a informar de la negociación con una nota de prensa que al anunciarse el acuerdo bilateral dio más relevancia a la aprobación de los “autos chocolate que a la negociación; ahí se observa el desdén del Senado por este tema”.
“El petróleo sólo les interesa a los miembros de la clase política como una fuente de ingresos y no les interesa perfeccionar los instrumentos para detectarlo, conocerlo, defenderlo. Lo único que quieren es venderlo cuanto antes, incluso sacrificando porciones del territorio nacional”, enfatiza el investigador.
La Bermeja y la CIA
Traveljournals.net es una empresa de viajes que se promueve por Internet. En el extremo inferior derecho de la página electrónica informa que se basa en datos aportados por el Atlas elaborado por la Agencia Central de Inteligencia.
En ella se promueve la isla Bermeja del Golfo de México en estos términos:
Coordinates & Location type:Area Type: Hypsographic, Location Type: Island. Latitude: 22,55, Longitude: -91,36667,Latitude (DMS): 22° 33' 0 N, Longitude (DMS): 91° 22' 0 W.
Cita que su locación fue modificada en 1994 el 01 del 04 de acuerdo a la base de datos del 2004 del 02-27 y la describe así:
Islote Bermeja, Yucatan, Mexico on world map. Latitude: 22° 33' 0 N. Longitude: 91° 22' 0 W.
Negociaciones secretas
¿Qué pasó realmente en las negociaciones entre México y EU sobre los ‘hoyos de dona'? En 1998-2000, la canciller Rosario Green y el secretario de Energía, Luis Téllez Kunzer, anunciaron el fin de las negociaciones. La prensa usó adjetivos como “defensa con energía y vigor” pero –pregunta Barbosa Cano- “¿a dónde están las minutas?”.
El investigador Barbosa se reunió con asesores de la Marina y del INEGI, pero algunos mentían. Al reunirse por primera vez ambas delegaciones, los estadounidenses presentan un borrador y la parte mexicana expresa que lo estudiará para formular observaciones a ese documento.
En la segunda reunión, la delegación mexicana presentó sus observaciones al borrador y los estadounidenses las rechazaron porque lo que México pedía lo prohíbe la legislación estadounidense; “los recursos del suelo y del subsuelo son propiedad de la compañía explotadora y el gobierno no puede intervenir ni solicitar informes”.
Y entonces las negociaciones se suspendieron indefinidamente. Pasaron meses -incluso falleció el senador Conchello- y un miembro del Departamento de Estado y otro de Relaciones Exteriores tuvieron reuniones “oficiosas” o no formales y adoptaron algunos acuerdos.
El primer punto fue que los estadounidenses aceptan modificar el primer borrador que establecía que en la frontera de los hoyos de dona se establecería una franja de 1.4 millas de cada lado que quedara en moratoria –sin actividades por 10 años–, y el segundo establecía que si se encontraban recursos transfronterizos, Estados Unidos se comprometía a pedir a sus compañías que, si lo tenían a bien, hicieran un informe y lo entregaran a México o a EU.
Con estos cambios se dio la reunión final de la comisión negociadora y los mexicanos salieron gritando: “¡ganamos!, ¡bravo!”, porque en las negociaciones México “se quedó con 60 por ciento de la zona en disputa y los gringos apenas con el 40.
“Lo que no dijeron es que en esa porción de los Estados Unidos hay petróleo casi en la superficie, mientras que en la zona de México el crudo está hasta a 3 mil 500 metros de profundidad, que a la fecha no existe ninguna compañía petrolera que llegue y es posible que nunca se explote esa zona”.